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TEHUELCHES EN LA FERIA
DE SAINT LOUIS
(LOUISIANA, 1904) |
Norma Sosa |
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En 1851 los reyes Victoria y Alberto inauguraron
en Londres la primera Gran Exhibición del Trabajo
y la Industria de todas las Naciones. Desde entonces,
las sociedades se lanzaron a hacer el inventario visual
de sus realidades con una fórmula sencilla: todo
podía y debía ser mostrado, pero de un modo
estratégico. Estas exhibiciones que reemplazaron
las ferias pueblerinas de fenómenos, enfrentaron
al público con mundos diversos y exóticos,
pero convenientemente alejados de la marginalidad que
sus propias sociedades producían. |
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1. Construcciones levantadas
en el predio de la Feria. Foto E. Beech. |
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Hacia 1870, Europa
había consolidado los tres ejes que justificaron
de la expansión colonial: pueblos en estadios
de salvajismo que debían ser dominados, una
teoría antropológica basada en la
jerarquía de las razas y la proyección
de un imperio colonial. La prensa, las publicaciones
de divulgación científica tanto como
la narrativa de viajes y de exploración geográfica,
abundaron en detalles etnográficos que ponían
en evidencia la distancia cultural y cimentaron
un abierto racismo popular. |
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Ya en 1853, este
furor europeo por las exposiciones inspiró
a los Estados para hallar una manera eficiente de
presentarse al mundo. Para festejar los cien añosdel
tratado por el cual los Estados Unidos había
comprado a Francia el territorio de Louisiana, se
organizó la Louisiana Purchase Exhibition,
una gran Feria en Saint Louis ,Missouri. Durante
184 días -desde el 30 de abril al 1 de diciembre
de 1904- bajo el símbolo de la Columna del
Progreso, se intentó mostrar a una mitad
del mundo lo que la otra mitad hacía. En
aquel momento la Argentina concurrió con
otros cincuenta países expositores y fue
muy admirada por su pabellón, el Pink Palace,
una pequeña réplica de la Casa Rosada,
con espacios de recepción y de exposiciones
en su interior y rodeada por un jardín con
ejemplares subtropicales. |
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2. El Pabellón de la
República Argentina. |
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Allí, en los edificios levantados
como Palacios de las ciencias y las artes para una universidad
de masas, se reunieron los objetos anticipatorios de un
nuevo uso de la técnica. Los rayos X y los contestadores
automáticos, las incubadoras para bebés
y los lavaplatos, preludiaban la presencia de otra sociedad,
en la que reinarían también las “cornucopias”
de la Feria, primer nombre que se le dio a los conos de
helado que junto a los hot-dogs, el té helado y
las hamburguesas, se presentaron como las novedades alimentarias. |
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En el área de exhibición y
estudio del sector de Antropología, fueron instalados
en predios escenográficos que denominaron aldeas,
sesenta y cinco grupos étnicos, desde filipinos
hasta “negritos”. |
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LA DAMA DE LA CÁMARA |
Jessie Tarbox Beals llegó a Saint
Louis antes de la inauguración para intentar obtener
empleo como fotógrafa de algún periódico
de la zona, pero no logró ser contratada por ninguno
y tampoco pudo convencer a los encargados de prensa para
que le dieran una credencial. La trataron como a una buena
señora que por hobby tomaba retratos sociales,
de mascotas, casas y jardines, un estilo que no encajaba
con el material que esta feria produciría. En realidad
a Jessie Tarbox nacida en Canadá en 1870, no le
faltaban experiencia ni sensibilidad. Se había
iniciado en el oficio cuando en 1890 ganó una cámara
fotográfica como premio de una revista. Al mismo
tiempo que cumplía con su trabajo como maestra
en Massachusetts, comenzó a dedicar sus fines de
semana para tomar retratos de grupos familiares, de amigos,
de graduaciones y de casas . Después de 1897, cuando
se casó con el fotógrafo Alfred Tennyson
Beals, estuvo segura de poder convertir su hobby en una
profesión y abandonó la enseñanza.
Durante un año trabajaron juntos como fotógrafos
viajeros, ella encargándose de las tomas, mientras
él se ocupaba del proceso de revelado. Pero el
cambio llegó cuando se instalaron en Buffalo en
1901, justamente cuando se celebraba allí la Pan
American Exposition. El diario local, The Buffalo Enquirer
and Courier, publicó sus primeras fotografías;
entonces Jessie Tarbox Beals se convirtió en la
primera mujer empleada por un diario como fotógrafa.
Jessie insistió ante la oficina de prensa hasta
obtener un pase pre–evento que le permitió
ingresar antes de la apertura oficial de la Feria. Con
ese pase tomó una serie completa de fotografías
desde un globo y cientos de retratos, algunos de ellos
de verdadero interés etnográfico para la
Argentina. |
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Por casualidad, mientras estaba con su caja
negra retratando a los ainus de Japón, gente muy
pequeña y frágil, llegó al parque
de atracciones el grupo de “gigantes de la Patagonia”,
como se insistía en publicitar a los tehuelches.
En el instante en que pudo ver el contraste entre estos
representantes tan opuestos de la especie, Beals supo
que debía capturar esa imagen y sin pensarlo demasiado
comenzó a trabajar. Esas fotografías resultaron
ser un éxito, no sólo porque llegó
primero, sino que porque consiguió sacarlas antes
de que un enorme tehuelche diera por finalizada la sesión
con expresiva patada a la cámara. Esta reacción
que Jessie creyó era un rasgo primitivo, fue claramente
una reacción colérica debido a una persecución
interminable. Si bien los tehuelches de ese período
ya estaban acostumbrados a ser fotografiados, de hecho
concurrían por su cuenta a las casas de Río
Gallegos y Punta Arenas para tomarse retratos, la tortura
de ser expuestos quedó expresada en sus gestos
de cansancio porque esos cinco hombres, la mujer, la niña
y el perrito habían atravesado 10.000 millas para
llegar a Missouri. |
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EL VIAJE DE LOS ELEGIDOS |
Según la difusión limitada
que se dio en la Argentina a este viaje, el grupo estaba
integrado por cuatro jóvenes santacruceños
y un matrimonio mayor que nadie identificó. Solamente
fue divulgada una fotografía del grupo que publicó
el salesiano José María Beauvoir en su Diccionario
Selk´nam en 1915, pero sin aclarar las identidades
de los protagonistas. |
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3. El grupo en la Feria: Casimiro,
Kolojo, Lorenza y su hija, Awaik, Mulato y
Sinchel (de izquierda a derecha) |
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Algunos datos agregan
las memorias de James Radburne o Radboone, conocido
como “El Jimmy”, un inglés fugitivo
de la justicia chilena que alternaba sus estadías
entre un lado y otro de la frontera entre Argentina
y Chile; pero que tanto en Santa Cruz como en Magallanes
siempre era amparado en los toldos. Tal vez por
eso, y por su dominio del inglés sentía
que era la persona más indicada para acompañar
a los representantes tehuelches a Saint Louis y
lo hubiese hecho si su situación con la policía
argentina hubiera sido más clara. Con un
cierto tono de resentimiento relató que cuando
los indios se enteraron que el gobierno argentino
deseaba enviar algunos tehuelches de viaje, fueron
de inmediato a buscarlo. |
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Sin embargo se vio frustrado por la intervención
de Bayer, el comisario del cerro Palike, en quien las
autoridades de Río Gallegos confiaban para hacer
la selección: |
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“... pero ni él
ni su hijo, que consiguió aquel puesto de
hacer de chaperón para la Feria, le caían
bien a los indios. El joven Baller no recorrió
los toldos para hacer la selección, sino
que eligió a seis de los toldos pobres que
acampaban cerca de la sierra de Palique. Por supuesto,
ellos estaban contentos de ir, pero podían
haber sido mejor elegidos.” (Childs, 2000:234) |
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Las fuentes de Saint Louis, sin embargo,
ofrecen un panorama diferente. El matrimonio mayor estaba
constituido por el cacique José María Mulato,
acompañado por su última mujer y su hija.
Como cacique general, Mulato había asumido el liderazgo
del grupo a la muerte del cacique Papón, quien
fuera sucesor de Casimiro. |
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Un buen amigo del cacique, el misionero
salesiano Maggiorino Borgattello, aseguró que era
el hombre más bueno, más laborioso y más
amable de cuantos tehuelches había conocido. |
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4. Kolojo en sus toldos la
Patagonia |
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Los informes
de la Feria establecían vagamente los vínculos
que unían al resto del grupo con el cacique
indicando la presencia de un yerno, nietos y algunos
miembros de familias de la tribu, hecho que no
ha podido probarse. En realidad solía haber
equívocos cuando los blancos oían
a los indios llamarse utilizando lazos familiares
para dar muestras de afecto y respeto. Generalmente
asumían que se trataba de parentescos reales
salvo en situaciones demasiado obvias, como la
de aquel tehuelche centenario que insistía
en llamar Yanko (Mi padre) a Francisco P. Moreno
quien tenía sólo veinticuatro años.
La versión norteamericana adjudica la
selección de los viajeros a la cooperación
del profesor J. B. Hatcher del Carnegie Museum,
quien en su viaje a la Patagonia entre 1896 y
1899 para colectar fósiles , había
conocido y fotografiado al cacique Mulato, en
coordinación con el Dr. Arturo Fenton médico,
pionero de Río Gallegos y compañero
privilegiado de conocidos viajeros. |
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La crítica de Radburne se extendió
a cada uno de los integrantes del grupo a quienes descalificó
con vehemencia: Casimiro no era experto en nada, Kolojo
sólo era bueno boleando avestruces y un joven a
quien llamaban Loco, refiriéndose a Bonifacio o
Aiwak, era buen jinete. También consideró
que el indio viejo que fue con su mujer, - a quien no
podía considerarse bonita - y su hija, no se destacaba
en nada (Childs op.cit:234). |
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En su mayoría
los tehuelches conservaban su nombre personal
en lengua aónik-aish, generalmente heredado
de abuelos o tíos paternos. Casimiro (Gísgo)
era nieto del célebre Casimiro Biguá,
el peculiar cacique líder de las tribus
de la zona meridional de Santa Cruz, compañero
y amigo del Capitán Musters en su viaje
por la Patagonia.
Äwaik o Bonifacio pertenecía a una
familia tehuelche con algunos personajes muy conocidos,
en especial su hermana Temam, quien a pesar de
haberse casado con el suizo Fernando Mercerat,
fue una gran transmisora de la cultura de sus
ancestros. |
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5. Casimiro en Saint Louis. |
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6. Äwaik posando con
un pigmeo. |
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K´óloj(on)
era más conocido como Kolojo y descendía
de otro líder respetado, el cacique Papón.
Por último, Sinchel pertenecía a
un linaje muy renombrado que se enraizaba con
los Maciel del período de las reducciones
bonaerenses y del período fundacional del
fuerte de Carmen de Patagones.
Mulato, cuyo nombre indígena era Chumjal(u)wün,
tuvo al menos dos mujeres, a St. Louis concurrió
con Lorenza y con una niña. En una vieja
postal, firmada por Handler en Punta Arenas, el
cacique posó para un retrato de familia
con una mujer más robusta llamada Chalagül(e),
su sobrina Anita Carminatti y su único
hijo vivo K´alukan. (Childs op.cit:234)
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Resulta extraño
que Radburne no asocie al cacique Mulato con el
viajero ya que no hay confusión posible
viendo las fotografías tomadas por Jessie
Tarbox Beals. Es probable que los contactos con
la tribu de su “casi suegro” y protector
haya sido muy lejano en ese momento2.Se sabe que
aquel año fue particularmente duro en la
Patagonia, ese largo invierno, frío y con
temporales de intensa nevada los dejó sin
majadas al punto que debieron comer zorrinos.
Jimmy no estuvo en los toldos en el campamento
de invierno porque decidió trasladarsea
Río Gallegos, ciudad que no conocía
y en la que deseaba probar hasta qué punto
era buscado. |
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7. Jefe Mulato (a la derecha)
y su familia. Punta Arenas, fines siglo XIX. |
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EL MISTERIO DEL SÉPTIMO HOMBRE |
Aunque todas las fotografías parecen
coincidir existe una diferencia entre los integrantes
en al menos dos de las tomas realizadas al grupo. Se trata
de un misterioso séptimo hombre que nunca llegó
a Saint Louis. |
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Sin embargo, ese viaje fue muy comentado
en la Patagonia porque los informantes posteriores dieron
variadísimos nombres de los posibles viajeros:
Kuchakül (Correntino Gomez), Kosiuko y Yimoki (Casamiquela
et al. Op.cit:256). |
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8. El cacique Mulato con sombrero
a la derecha. Foto del grupo divulgada por J. M.
Beauvoir. Autor desconocido. |
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LA REPRESENTACIÓN DEL MUNDO
IMAGINADO |
Mientras tanto,
los tehuelches en Saint Louis podían presenciar
dramatizaciones históricas donde Pocahontas
rogaba por la vida de John Smith, escuchar canciones
tirolesas, observar pumas comiendo búfalos,
fotografiarse con pigmeo sonrientes, pasearse
por frágiles aldeas japonesas, navegar
en góndolas, conocer al presidente Roosevelt
y a un jefe moki de 128 años. El Animal
Show de Hagenbeck, les habrá recordado
el destino de algunos de sus paisanos que fueron
cazados por los empleados del hamburgués
Carl Hagenbeck, quien había revolucionado
Europa desde 1870 con exhibiciones de fueguinos,
lapones y hotentotes en lo que se llamó
los “zoos humanos” (Sosa 2001:238). |
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9. Fotografía de Awaik
y Kolojo incluidas en un Tratado de Oftalmología. |
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Ante las multitudes Helen Keller, Marconi
y Edison, estuvieron en una Exposición que fue
la coronación de los taxidermistas y de los especialistas
en hidráulica, pero donde se notó la ausencia
de Mark Twain, que acababa de morir en Italia. |
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Próximo
a los tehuelches, Gerónimo vivió
en la aldea Apache por varios meses después
de negarse a los reiterados pedidos para que aceptara
exhibirse. Finalmente, antes de la apertura, el
viejo jefe de 71 años hizo llegar un mensaje
en el que decía que sólo iría
si había “plata grande”. Una
vez instalado, sistematizó su propio show:
hizo arcos y flechas para vender, cantó,
bailó danzas guerreras, firmó autógrafos
por diez centavos y permitió que se lo
fotografiara por dos dólares: el Diablo
Colorado, como lo llamaron los blancos, había
dado, finalmente, una muestra cabal de sobreadaptación. |
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10. Gerónimo en la
Feria promocionando un Ford. |
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EL ESCENARIO TEHUELCHE |
Quienes los observaron en Saint Louis, se
impresionaron por la capacidad de los tehuelches para
mantenerse en reposo durante largas horas, fumando sus
pipas sin cruzar demasiadas palabras entre ellos. Ocasionalmente
alguno de ellos sonreía sin variar demasiado por
esto la actitud solemne de los otros. Las mezclas que
utilizaban para fumar, tabaco con aserrín de incienso
o calafate, les producían un breve pero intenso
estado de ensoñación. La mujer del cacique
pasó por un caso digno de estudio. En realidad
como toda matrona tehuelche no se negaba el placer de
pasar el tiempo jugando a las cartas, fumando y bebiendo
de una botella de bourbon de Kentucky. Quienes la conocieron
en sus toldos, la vieron deleitarse con vermouth, anís
y caña dulce pero era Mulato, con su fama de abstemio,
quien debía controlar que no se pusiese cargosa
con los visitante (Childs op. cit.: 190). |
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11. Gerónimo con sus
arcos. |
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El prolongado
y frecuente contacto de los tehuelches con viajeros
ingleses y americanos les había permitido
adquirir ciertos bienes culturales, como el whisky
barato que disfrutaban tanto como cualquier norteamericano
y con los mismos efectos. También algunos
de ellos hablaban algo de inglés, una colorida
jerga que debía menos a los esfuerzos misionales
que a las amistades con marineros, loberos y buscadores
de oro. De ellos aprendieron a matizar el aguardiente
con el ron patagónico, conocido como “leche
de tigre” porque unas gotas bastaban para
transformar al bebedor más manso en un
salvaje, y que era considerado peor aún
que los rascatripas (rot-gut) de Alaska en tiempos
de la fiebre del oro.
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Las fotografías siempre muestran
a Lorenza abrazada a su perrito. Aunque los tehuelches
solían tener buenos galgos cazadores, sufridos,
fieles y guardianes, los perritos falderos, a quienes
llamaban “pelados”, constituían un
auténtico objeto de amor compartido por chinas
y hombres. Solían hacer a caballo las travesías
de las familias desde Punta Arenas a Carmen de Patagones
abrigados en suaves pieles de guanaco. Las mujeres de
la tribu del noble cacique Orkeke, no los abandonaron
ni aún cuando los llevaron prisioneros en barco
a Buenos Aires. Una vez en la ciudad, cuando se intentó
reparar la atrocidad militar de haber capturado a la gente
más mansa del mundo, las chinas los pasearon en
trainway, los llevaron al teatro, al circo y al arzobispado;
siempre mimados, al punto de reemplazar hijos y ser designados
herederos. Muchos de ellos las acompañaron a la
tumba. |
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LA ANTROPOLOGÍA ENTRE TORNEOS
Y COMPETENCIAS |
Para que los tehuelches participaran de
la muestra les habían prometido que tendrían
caballos, caballos blancos. Para eso llevaron sus botas
de potro, boleadoras y lazos. |
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12. Lorenza con su perro. |
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En las fotografías
aparecen vestidos con camisas sencillas chiripá
y alpargatas. Era evidente que la temperatura
no les permitió lucir con comodidad sus
imponentes capas de pieles de zorro, gato montés
o guanaco, suaves y cálidas como un guante
y ornamentadas por fuera con finas grecas, puntos
y líneas pintadas de negro, rojo y ocre.
Esta obra femenina que escondía un intrincado
sentido mágico, resultó de gran
interés para el Profesor W. J. McGee a
cargo del Departamento de Antropología
de la feria. Su análisis etnológico
sin embargo, mantuvo los equívocos tradicionales,
como la de un pasado con sacrificios humanos,
baja tasa de natalidad por desamor y enfermedades
(Everett. M. 1904: caps. 6 y 7). La crítica
más corriente entre aquellos que convivieron
en los toldos tehuelches, era el desmedido amor
por sus hijos.
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Esos niños llamaban la atención
porque no se los oía llorar, probablemente porque
nunca se los contrariaba, nadie les negaba nada ni se
los dejaba solos, pero que un extraño intentara
poner orden en sus excesos, caprichos y travesuras podía
significar la pérdida de amistades y hasta divorcios. |
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Las fotografías tomadas permitieron
a Jessie pasar a la categoría de fotógrafa
de prensa reconocida, al punto que durante el año
siguiente cubrió una de las presentaciones de Roosevelt
en Texas. |
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En el estadio, junto a los esquimales, filipinos,
sioux, japoneses, africanos los tehuelches estuvieron
dispuestos a participar en alguna de las numerosas competiciones
en 807 categorías con jurados internacionales. |
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Mientras los
blancos fueron parte de los Terceros Juegos Olímpicos,
los primeros que se realizaron en suelo americano,
los “nativos” compitieron en salto,
arco, lanza y carreras. Frente a los visitantes,
se habrá oído repetir a Mulato su
frase preferida, la que hacía avergonzar
a Radburne de ser cristiano: “¿Creen
que somos como los guanacos con los que divertirse?
(Childs, 200:153)
Después de participar de un torneo de
destreza ecuestre y de obtener algunos premios
los tehuelches regresaron al país. Mulato,
con su mujer y la niña se dirigió
a Santiago para solicitar al el presidente de
Chile Federico Errázuriz Echaurren la propiedad
de las tierras del valle del río Zurdo,
donde lo iban cercando los ganaderos magallánicos.
El cacique ya había anticipado el final.
“El Jimmy”, entregado a los tehuelches
con el corazón, describió los últimos
años del cacique:
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13. Retrato del caciqueMulato
tomado por JTB |
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“Uno se enfermaba
cuando entraba a la casa del cacique y veía
al viejo. No hacía otra cosa que estar sentado
allí envuelto en su capa mirando por la ventana.
Me di cuenta de que veía el final de su pueblo
a causa de todos los líos que provocaban
los cristianos. No se quejaba de nada; sólo
hablaba y se sentaba tranquilamente, pero sabía
que no había nada que hacer.” (Childs,
op.cit.:153) |
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Durante el viaje de regreso, en Punta Arenas
la viruela se llevó la vida de su sobrina. El viejo
cacique que había enterrado a todos sus hijos salvo
a K’alukan, no pudo soportarlo. A los pocos días
murió su mujer, y en 1907 sucumbió Mulato.
Sus últimas palabras no fueron un discurso de despedida,
ni el mensaje de un líder ante el fin de su raza,
sólo fue la advertencia de un pionero a su hijo:
“Dos de nuestros novillos están en lo de
Scott”. |
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La viruela y el avance de la Sociedad Explotadora
de Tierra del Fuego hicieron desaparecer a los pocos sobrevivientes
de la tribu que no alcanzaron a asentarse en la Argentina. |
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EL REGRESO |
En febrero de 1905, cuando el país
deambulaba entre el Carnaval y la revolución, vestidos
a la europea y con cuidados bigotes recortados, fueron
fotografiados en el Museo de La Plata los más jóvenes
del grupo. |
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Durante quince
días Casimiro trabajó con el investigador
alemán Roberto Lehmann Nitsche cuando éste
preparaba su obra sobre lingüística
tehuelche. Le dictó un diccionario, grabó
algunos textos y sus antiguos cantos en el fonógrafo,
confundido tal vez con el ragtime que el conocido
pianista negro Tom Turpin había compuesto
para la Feria, aquel Saint Louis Rag que probablemente
aún resonaba en sus oídos.
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14. Awaik (Bonifacio) en La
Plata. |
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Sus compañeros soportaron pacientemente
que les tomaran catorce medidas corporales y diecisiete
cefálicas. Casimiro, a quien Lehmann Nitsche consideraba
un ejemplar hermoso de su raza, rechazó lo que
creyó un abuso: |
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“El bueno de Casimiro
(...) casi se abalanzó hacia mí como
toro apenas había determinado la altura total,
la altura del borde superior del esternón
y la del ombligo, medida que me parecía de
importancia; Bonifacio y Colojo, a duras penas pudieron
calmarlo.” (Lehmman Nitsche, 1916:195) |
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15. Lorenza y la mujer ainus.
Fotografía de JTB. |
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Aunque el Gran
Prize de fotografía que quedó en
manos de Sir Benjamin Stone, finalizada la Feria,
Jessie y su marido se instalaron en New York y
abrieron un estudio en West 57th Street. Al poco
tiempo, aunque se convirtió en la fotógrafa
de artistas y escritores del Greenwich Village,
continuó documentando la vida en las zonas
marginales de New York. Si bien sus fotografías
se publicaban en revistas como Harper's Bazaar,
Vogue, Town and Country, and the Ladies' Home
Journal, no pudo superar los vaivenes económicos
de la crisis del ‘30. En 1942 la muerte
la encontró en la pobreza fotografiando
115 jardines. Sin embargo, sólo ella fue
capaz de transmitir la intimidad misteriosa y
sutil en el encuentro de aquellas dos mujeres
tan lejanas en el tiempo y en el espacio, como
Lorenza la tehuelche y la pequeña vieja
ainus.
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Todos deberían de haber vuelto a
la Patagonia en 1905, en el momento en que algunos supusieron
que Butch Cassidy y Sundance Kid se habían alzado
con 7000$ del Banco de Londres en Río Gallegos.
En ese mismo año en que Ceferino Namuncurá
moría en Italia, en los toldos de Santa Cruz se
habrán preguntado por la maldición de un
viaje que no trajo de regreso a los más queridos.
Muchos años después, con motivo de entrevistas
etnográficas, sus parientes reconocieron en una
fotografía a Casimiro quien, según aseguraron,
había muerto ahogado. Nadie pudo precisar dónde
y cuándo, pero la noticia de uno de ellos muerto
en el mar recorrió la memoria tehuelche sin demasiadas
precisiones. Bonifacio/Awaik , llamado Loco por “el
Jimmy”, se quedó en Buenos Aires y nunca
más volvió. Cincuenta años más
tarde, cuando le mostraron su fotografía a Temam,
su hermana muy vieja, con una angustia que los años
no habían mitigado, respondió a las preguntas
de Rodolfo Casamiquela: “¿Cómo no
lo voy a conocer, si es mi hermano?... ¿Dónde
está?” (Casamiquela et al, op. cit.: 256) |
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Nunca fueron
felices esos traslados de indios, aunque hayan
nacido de buenas intenciones siempre dejaron alguna
huella de dolor. Nadie puede saber qué
significó ese viaje para los protagonistas;
según “El Jimmy”, la china
vieja no hacía caso de las bromas de quienes
decían que habían ido los más
feos. Ella aseguraba que su hija, de sólo
doce años, había gustado mucho y
que varios estadounidenses ricos se habían
querido casar con ella (Childs. op. cit.: 234).
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16. Casimiro en La Plata. |
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Para el resto del mundo fue la última
visión de un pueblo mítico admirable por
“su alta belleza masculina, que encanta e inspira
respeto...” en las palabras del conde Henri de la
Vaulx, viajero patagónico y aventurero de máquinas
voladoras. |
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NOTAS |
1. Los resultados se conocieron como Reports
of the Princeton University Expedition to Patagonia. |
2. Redbune se casó con Juana Carminatti,
sobrina adoptiva de Mulato e hija de una tehuelche con
el italiano Miguel Carminatti, cazador de plumas que los
abandonó cuando hizo una fortuna vendiendo a buen
precio lo que compraba a los indios: pieles y plumas de
avestruz. |
3. A los pocos días murió
también su hijo. (Childs. Op.cit.:243). |
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BIBLIOGRAFÍA |
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