ROSTROS SALINEROS....PERO ¿QUIÉN
ES QUIÉN? Una confusión en progreso
Las Salinas Grandes de las pampas argentinas que se destacan
en el centro-este de la actual provincia de La Pampa, departamento
de Atreucó, han constituido un punto de atracción
para muchos pueblos aborígenes que han usado y explotado
su necesario y abundante contenido. La zona llamada Salinas
Grandes ocupa un mayor espacio que incluye hacia el este
una cadena de lagos de agua dulce en la provincia vecina
de Buenos Aires y bajos fértiles que se adentran
en los límites sur de la pampa húmeda. Al
sudeste hay unos cómodos valles en medio de bajos
cerros y, ya hacia el oeste-noroeste, planicies con clima
semi-desértico con montes de caldenes que aun siguen
disminuyendo en su cobertura debido a la explotación
local, la mayor sequedad del suelo y ciertos acontecimientos
históricos destructores trazables - por lo menos
- hasta la segunda mitad del siglo XVIII.
La ocupación aborigen de esta zona se ha destacado,
en la segunda mitad del siglo XVIII y casi todo el XIX por
ser de aquende la Cordillera de Los Andes es decir, por
ser ocupada por indígenas que en general se nombraban
como “chilenos” y “aucas” procedentes
del área de los huilliche valdivianos, los de Boroa
y los de la zona cordillerana o sea los huilli-pehuenches.
El etnónimo “salineros” se fue haciendo
más común durante el siglo XIX y es casi sinónimo
de “los indios de Calfucurá” un huilli-pehuenche
llegado en la década de los treinta que tuvo el tino
de mantener un corredor bien controlado desde Salinas hasta
el oeste de la cordillera como para no quedar aislado de
su “grupo madre” lo que le permitió no
repetir la historia calamitosa de los anteriores trascordilleramos.(
Bechis, M., “Indian Geopolitics in the Araucanian
Area around 1830”. Ponencia presentada en la Annual
Conference de la American
Society for Ethnohistory, Chicago, 1985.
Este segundo capítulo de “Rostros Aborígenes
de las Pampas Argentinas, siglos XVIII y XIX” lo dedicaré
a los salineros del último período de soberanía
de los aborígenes: la casa caciquil de Los Piedra
o sea la de Los Curá.
Recorreré los aciertos y desaciertos de los esfuerzos
genuinos y espurios por mostrar o construir una imagen fotográfica,
dibujada, “hablada” de dos de los Curá:
los caciques Calfucurá y Namuncurá, padre
e hijo respectivamente, el segundo sucesor del primero en
el cacicato de los salineros.
Comenzaré por Namuncurá, el más manoseado
en los intentos gráficos por mostrar la estampa fotografiada
o el rostro dibujado de algún cacique caso, este
último, que ya exhibimos en el capítulo anterior
dedicado a los rostros ranqueles.
El Cacique Namuncurá,(Garrón
de Piedra) el último cacique soberano de los Salineros
La primera fotografía que presentamos fue tomada
en 1884 fecha en la que el cacique, con los pocos seguidores
que le quedaban después de refugiarse en la cordillera
y reingresar a la Argentina, se rindiera ante las autoridades
del Fuerte Romero desde donde fue enviado al Fuerte Roca
y luego, por tierra y agua, hasta Buenos Aires.
De su vestimenta dice Vignati citando una crónica
de la época “En cuanto al traje militar que
viste...en el Fuerte Roca le fue regalado el kepí
de Teniente Coronel, el pantalón punzó con
franja de oro y el sobretodo militar con presillas de Coronel
con que desembarcó. Como Namuncurá era General
en Salinas Grandes, Islas, su intérprete, aseguraba
que el uniforme correspondía a su grado y le fue
otorgado por reconocérsele como tal ” (“
Iconografía Aborigen, Namuncurá y Pincén”.
Primer Congreso del Area Araucana,
1963, tomo II, p.51. La crónica a que se refiere
Vignati: “El cacique Namuncurá” aparecida
en la Revista de la Sociedad Geográfica
Argentina, II, pgs. 194-196, Buenos Aires, 1884.)
A continuación Vignati aclara que la documentación
oficial niega su graduación en el ejército
y agrega “...ni jerarquizó en el rol de nuestro
ejército a un criminal que sólo la magnanimidad
de los estadistas -cuando, en verdad, los había-
evitó enfrentarlo con el pelotón justiciero
”. Ni mi abuela, Teresa Gay de Bechis, quien con sus
veinte años recién llegados de Génova
tuvo que esconderse dentro de una parva de trigo para evitar
ser capturada por el último malón de Namuncurá
sobre la zona de Pehuajó, expresó nunca semejante
diatriba.
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En aquella misma crónica - según
Vignati- se describe al cacique rendido como de 63 años
“ ...pero su fuerte contextura, sus anchas espaldas
y la agilidad que demuestra, hacen que cualquiera le
conceda alguna rebaja.
Su tipo franco, abierto, mezcla de gaucho y de indio,
podría pasar por uno de esos viejos que en nuestra
campaña fueron antes muy comunes.... unos cuantos
pelos dragoneando respectivamente el bigote y la pera,
adornan la parte inferior de su cara. Cae sobre su frente
no muy angosta, el cabello negro, muy negro y lacio,
partido al centro” Zeballos, quien lo conoció
personalmente, dice del cacique: “Manuel Namuncurá,
audaz, listo, de vasto talento, valeroso en el campo
de batalla como un héroe, sobrio en los vicios
inherentes a la barbarie, prudente y fuerte, afable
y generoso...” ( Calfucurá
y la Dinastía de los Piedra ”. Hachette,1961,
pg. 152) |
El teniente coronel Eduardo Ramayón ( 1865-1963) comentó
a su entrevistador ( Clifton Godlney) como “testigo
de sus correrías ( de Namuncurá) entre los picachos
andinos...entonces cadete....Me dijo entre otras cosas: Por
su abolengo y título hereditarios, era rodeadísimo,
se le sostenía con tesón, se le reconocía
méritos y se le apreciaba como la más alta autoridad....De
temperamento tranquilo, pero muy desconfiado. Avido siempre
de novedades, concebía con rapidez, escuchaba con atención,
hablaba con facilidad su lenguaje, se explicaba con todo despejo,
no era negligente ni distraído... y era uno de los
pocos que levantaba la cabeza y la vista para mirar de frente
cuando estaba en presencia de un magistrado o un alto funcionario”.
(Adalberto Clifton Goldney, El Cacique
Namuncurá, último soberano de la pampa,
Huemul, Bs.As. 1963, pg. 164)
En 1875 el padre Salvarie visitó los toldos de Namuncurá
. En todo su diario hay varios momentos en que el sacerdote
se detiene a describir actitudes, posturas, agilidades, respetuosidad
del cacique. “El cacique General abrió la asamblea
con un saludo tranquilo y respetuoso para todos. No cabe duda:
el es un perfecto orador....Los caciques...tienen algo de
distinguido en su porte. Unos usaban vincha de plata en la
cabeza. Otros se habían pintado la cara. Namuncurá
llevaba un precioso adorno sobre su pecho, encima del ponche
(sic) de guardas pampas (pg. 76)....Vino a mi encuentro con
afable sonrisa; me estrechó sobre su vigoroso pecho
y con muchos `marí marí's´ y fórmulas
de estilo me saludó como yo no lo esperaba. Después
me ofreció un asiento forrado con cuero de tigre......Desde
una apertura de la techumbre caía una luz tenue que
hacía brillar las piezas de plata colgadas en las columnas,
lanzas y paredes. (pg.97)...El cacique me recibió con
la misma ceremonia en su `rucá´ y después
del abrazo me dijo: `Está es su casa´, señalándome
el asiento. Su hija Manuelita trajo pronto algo para agasajarme.
También doña Ignacia volvió con la misma
gracia y elegancia a saludarme y de las divisiones o departamentos
hechos con lanzas y cueros pintados y adornados, salieron
algunos chiquillos. Todo era limpio, lujosamente limpio y
adornado. La señora....me regaló un quillango.”
(pg. 105) ( M. Hux, Una Excursión
Apostólica del Padre Salvaire a Salinas Grandes,
Ministerio de Cultura y Educación, Ediciones Culturales
Argentinas, 1980.
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No sabemos qué
edad tenía Namuncurá cuando Salvaire lo
visitó o cuándo fue fotografiado dado
que la fecha documentada de su nacimiento fluctúa
entre 1811 y 1821.
Tenemos una fotografía del cacique ya viejito
de 1908 ( dice el autor del libro, Clifton Goldney,
que temía 97 años) con un traje militar
muy distinto al que le regalaron en el Fuerte Roca.
También hay un dibujo caricaturesco, creado
por la genial crueldad de Cao, artista de Caras y
Caretas.
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Además, les presento a “Namuncurá
de civil”, un excelente trabajo de autor desconocido
para mi publicado en el libro de Clifton Goldney (op.
cit).
Por otra parte no puedo dejar a Namuncurá sin
mostrar su voluntad por defender su tierra. En 1875
le envió al comandante militar de Bahía
Blanca una carta hablando de esta manera: “...nos
parece muy mal esta disposición que hace por
parte del Superior Gobierno...que grava a nuestro estado
de los indios en quitarnos el campo de Carhué
sin haberse vendido dicho campo se halla de esta parte
de la línea de fortines ocupado de hacienda,
en que se grava el mal de nuestro trabajo...si en caso
estos campos que defiendo me los sacan entonces me someteré
[sic] entre los cristianos y haré grandes daños
y sabremos quien podrá más ...”
(J.C.Warther, La Conquista del Desierto, EUDEBA, 1970,
p. 360, énfasis nuestro). |
Dos años más tarde, en febrero de 1878 le
escribe una carta al Padre Donati en la que habla del “Gobierno
de las Tribus” que su finado padre le ha dejado, de
la “Nación India”, de que “el Sr.
Coronel Nicolás Seballos (sic) se presentó
pisándome el territorio de mi mando” y de que
su finado padre “ ha sido estado en esta parte de
la Argentina ” ( en M. Tamagnini, Cartas de Frontera,
los documentos del conflicto inter-étnico, UNRC,
1994, pp.43-44, énfasis nuestro).
Es interesante el que Namuncurá, con más énfasis
que su padre, al tomar la estrategia de la soberanía,
haya intentado expresarse en términos como “nación
india”, “estado”, “gobierno de las
tribus”, “...convocando conceptos abstractos
o formales de legitimación que no correspondían
a la organización segmental en que estaban endentados”,(
M. Bechis, “La `organización nacional´
y las tribus pampeanas en Argentina durante el siglo XIX”.
En Pueblos, comunidades y municipios frente a los proyectos
modernizadores en América Latina, siglo XIX. El Colegio
de San Luis,México y el CEDLA, Países Bajos;
A. Ohmstede, R.Falcón y R. Buve compiladores, 2002,
p. 96)
El Cacique Calfucurá (Piedra
Azul) creador de la Confederación de Salinas Grandes
Del cacique Juan Calfucurá no se ha encontrado, hasta
ahora, ninguna fotografía ni pintura que intentara
un retrato del cacique. Sí contamos con un excelente
dibujo de Lamela en la p.66 del libro Bahía
Blanca en Imágenes, 1828-1928 que compusieran
Ana Luisa Dozo y María Elena Ginóbili, Editorial
de la UNS, 1999.
Juan Lamela
se ha destacado por sus dibujos, oleos y murales en
los que expresa magníficamente su visión
del gaucho argentino y su entorno. Dice el Diccionario
de Artistas Plásticos de la Argentina:
“... sus trabajos costumbristas tienen un gran
mérito artístico y documental”.
Un becario de la Universidad de Princeton, John Hughes,
quien visitó sus obras, dijo que Lamela, como
pintor del gaucho “..es de la casta de los grandes
pintores españoles de antaño, de Velásquez
y de Goya”.
(www://clasificadosafull.com.ar/ARTE/arte.htm. El
dibujo que les presento no intenta ser un retrato
si no una imagen expresiva del personaje genialmente
traducida por la mano del artista en finos trazos.
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Cuando “Calfucurá”
no es Calfucurá.
La necesidad de tener imágenes de los héroes
vencidos -de lo que ya hablamos en el capítulo anterior-
o simplemente imágenes para presentar en obras o
capítulos dedicados a la historia indígena,
es cada vez más intensa por lo que es importante
contribuir a que esa necesidad se satisfaga con la mayor
responsabilidad posible.
Ya mostramos lo que ha ocurrido con las imágenes
de ranqueles. En este capítulo le toca el turno a
la imagen del Cacique Calfucurá.
Caso I: Bernardo González Arrili escribió
para La Prensa un artículo titulado “Las luchas
en las Fronteras, comentarios de la Batalla de San Carlos,
Bolívar”. Fue publicado el 5 de marzo de 1972-
primer centenario de la famosa batalla -, en la 2ª
página de la 1ª sección ilustrada.
Es un artículo bien escrito, con un marcado sesgo
estatista. El autor habla de la “guerra civil”
desatada después de Caceros, “...en la que
participaron elementos que ya no se conocen aunque tuvieron
entonces una preponderancia extraordinaria; los indios y
sus caciques..”. Agrega luego muy maniqueamente: “La
formación definitiva de la Nación bajo la
Constitución republicana no convenía a los
caudillos provinciales ni a los caciques indígenas,
pues ella significaba obedecer a la ley”.
Luego se centra en la figura de Calfucurá quien fue
el que dirigió las fuerzas indígenas opositoras
integradas por salineros, chilenos, patagones, cordilleranos
y ranqueles.
En un momento de su escrito González Arrili, dirigiéndose
a Calfucurá expresa: “...aquél Napoleón
que montaba en pelo y usaba lanza...”
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Pero, Arrili, en ninguna parte alude a
ninguna de las cuatro imágenes intercaladas en
el escrito: Zeballos, Catríel, Namuncurá
y... “Calfucurá” en el centro de
la página.
El problema es que, que en estas fotografías,
en vez de haber una de cada uno, hay dos “namuncuraes”:
Namuncurá viejito en 1908 con el pié de
foto “Namuncurá”y el mismo Namuncurá
fotografiado en Buenos Aires cuando llega para confirmar
su rendición a las autoridades del país
en 1884, con el pié de foto “Calfucurá”.
¡¡Los veinticuatro años de diferencia
entre las dos fotos habían transformado al Namuncurá
maduro de 1884 en su propio padre!! Por lo menos, en
este caso, ¡todo quedó en casa!
¿Quién cometió este acto de magia?
No lo sabemos. |
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Caso II :
Otro error de la misma naturaleza que el anterior está
presente en la obra de la Biblioteca Clarín Historia
Visual de la Argentina, 1999, capítulo 65, p.859
“Los `Imperios´ del Desierto”.
Como puede verse, es la fotografía del cacique
Namuncur de 1884 otra vez exhibida como una foto de
Calfucurá.
Por un intermediario casual pude ponerme en comunicación
con la fotógrafa que trabajó especialmente
en ese capítulo quien afirmó que ella
no había incluido esa imagen en su trabajo.
¿Quién pegó esa foto en ese capítulo
de la Historia Visual? No lo sabemos.
Caso III: Otro de los equívocos que circuló
hace algunos años en los medios museísticos
y bibliográficos y que, aunque agonizante,
aun está vivo, es el de confundir un cuadro
que se exhibe en el Museo de La Plata bajo el título
de “Criollo”, 65×47,5 cms, 1888,
dibujado y pintado por Martorell, con un cuadro-retrato
del Cacique Calfucurá.
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En relación con este
cuadro y el personaje retratado, M.Vignati nos dice
en “Iconografía Aborigen” (op.cit.:66):
“Sospecho que Mariano [Currumanqué- Curá
uno de los hijos del Cacique Juan Calfucurá “desheredado”
por Namuncurá después de la muerte de
su padre] radicado en La Plata, fue el padre de otro
Callvucurá, ebrio consuetudinario, mísero
y andrajoso, que en momentos de lucidez posó
ante el artista Martorell que le hizo un excelente retrato
a la carbonilla, actualmente propiedad del Museo de
La Plata”.
Al parecer este nieto del cacique también se
llamaba Juan Calfucurá y así está
nombrado el cuadro que el destacado primer director
del Museo Histórico de Bahía Blanca, Antonio
Crespi Valls, publicara en su obra La Invasión
del 19 de mayo de 1859, en ocasión de cumplirse
en primer centenario de esa invasión. (Municipalidad
de Bahía Blanca, Museo Histórico, 1959).
El Señor Crespi Valls anota que extrajo la imagen
con la denominación “Juan Calfucurá”
del archivo de la Editorial “Sopensa” de
Buenos Aires. No he logrado poder saber si este nombre
correspondió a una editorial real en 1959, o
si, con un error tipográfico, se está
hablando de la Editorial Sopena ya desaparecida.
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Que “el sospechado equívoco sigue vivo”
lo vemos en una 2ª edición de noviembre de 1995
del libro El “Rey” de Araucanía y la Patagonia
escrito por François Lepot, (Editorial Corregidor,
www.lepot.com.ar/fotos.htm
). En este libro, cuyo texto no he tenido oportunidad de leer,
el cuadro que les he presentado de Martorell sigue siendo
referido al “Cacique Juan Calfucurá”. No
sé si el autor del libro tiene conocimiento de este
error.
Pero no sólo autores y editoriales reprodujeron este
equívoco. Y les diré por qué digo esto.
Hace ya algo más de siete años, con motivo de
unas jornadas que tuvieron lugar en el Museo Roca de Buenos
Aires, nuestros amables anfitriones nos mostraron una pintura
(¿copia?) muy buena -que ya no está en el museo–
la que resultó ser la misma que muestra Crespi Valls-
agregando inmediatamente: “ Esta pintura se decía
referirse al cacique Calfucurá, aunque ya se sabe muy
bien que no es así”... y así es, y es
hermosa.
El cuadro de Martorell
es una carbonilla y aguada de acuarela que se la puede
encontrar en
http://fcnym.unlp.edu.ar/museo
>arte en el museo >galería de artistas>
Martorell, con el título de “Criollo”.
Es la que aquí les presento. José Gabriel
en su libro Martorel [sic], Monografías de Arte,
Bs. As. 1926, nos dice : “Con criterio muy sagaz
sobre la función material y significativa del
color en la pintura, José Martorel se aparta
de la tradición renacentista y restituye al dibujo
el papel preponderante; el color vuelve a ser en él
un elemento adjetivo... Martorel construye en Última
instancia con el dibujo y luego ilumina el todo o zonas
determinadas con colores aguados sin otro objeto que
atenuar la crudeza del carbón, entonar la tela
o el papel o calentar las fuguras; otras veces deja
el dibujo sin iluminar”.
Así, con hermosas obras de arte ante nuestros
ojos, concluyo este episodio sobre “quien no es
el Cacique Calfucurá”.
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Los retratos hablados de Calfucurá
Son muchos los autores que se han interesado, y aun se interesan,
directa o indirectamente por lo significó el Cacique
Calfucurá en la historia argentina y en la historia
indígena en particular. Pasaré a repasar lo
que algunos de los que conocieron a Calfucurá dijeron
de él en lo relativo a su fisonomía, su porte,
su carácter y ambiciones. Así podremos ir construyendo
en nuestra imaginación la imagen que no encontramos
en lienzos o en papel.
Santiago Avendaño fue tomado cautivo por los ranqueles
cuando tenía meses más de siete años
de edad, en marzo de 1842. Perteneció a los ranqueles
durante otros siete años hasta que pudo fugarse en
1849. Vivió su cautiverio en el sur-este del dominio
ranquelino, bastante cerca de los dominios salineros. En sus
escritos editados por M. Hux como Memorias del ex cautivo
Santiago Avendaño, (El Elefante Blanco, Buenos Aires,
1999), tal vez escrito a principios de la década de
1860, consta un capítulo titulado “Origen de
la hegemonía de Calfucurá en la pampa”
de riquísimo contenido histórico.
En este capítulo, Avendaño nos dice: “
Calfucurá...era dotado de esa fibra y osadía,
que era necesaria para conquistar grandes fines; y de un mozo
que corría por aquí y por allá en busca
de juegos y diversiones, resultó un héroe”
(p.29). Ya más adelante nos lleva más cerca
del biografiado: “...su poder usurpado tomó una
solidez que hasta hoy es el coloso temido de las indiadas
vecinas aunque formen naciones independientes. Su carácter
embustero, supersticioso y salamero lo hace más temible
aun, tanto que sus mismos subordinados, no dejando de quejarse
de él, se guardan bien de pronunciar una palabra, porque
lo creen adivino. Y él mismo blasona de tener esa ciencia.
He oído decir que Calfucurá es afortunado en
todo porque sus obras le son sugeridas por Dios, con quien
tiene sus entrevistas....la franqueza con que se brinda a
quienes lo tratan, jamás ha sido motivo para que le
falten el respeto; por el contrario hay indios quienes haciéndose
los humildes, se excusan de ser vistos por el caudillo, porque
el respeto hacia él raya en el temor.....El jamás
es indolente a la miseria ajena. Trata a todos bien y con
amabilidad. Por eso se sostiene, gobierna y se le respeta.
Si no fuese así, lo habrían arrastrado ya a
la cincha..” (p. 46)
Por otro lado, Micaela Correa, una cautiva de un malón
en el que participaba gente salinera, chilena y ranquel en
1872 al sur de Rosario de Santa Fe, relató sus peripecias
al diario La Capital de Rosario una vez rescatada después
de dos meses de cautiverio.(Roberto Landaburu, El Gran Brujo
Kalfucurá, s/f). Según el artículo aparecido
en ese periódico el 13 de agosto del mismo año,
M. Correa viajó con su captor, perteneciente al grupo
de Baigorrita, unos 15 días hasta llegar a los toldos
de Calfucurá. El artículo relata lo siguiente:
“.......hasta llegar a la residencia del Gran Caimacán
del desierto, iban pasando por tolderías interiores
y diseminadas.....El indio Kalfucurá recibió
a la puerta de su harén a la legión de ladrones.
Es un indio negro, muy corpulento y de aspecto imponente.
Tomó lo que le daban o dio lo que pedían del
botín venido a sus puertas. Los expedicionarios se
esparcieron por sus toldos con el fruto de su rapiña.......”
NOTA: Aclaramos que “caimacán” es una voz
árabe cuyo significado coloquial en castellano es :
“persona de autoridad”. No sabemos si fue Micaela
o el periodista o ambos quienes haya introducido esta palabra
en el relato pero me llama la atención que Elías
Arce Bastidas, en su novela histórica Señores
de la Tierra, rastrillada de bárbaros, (Santiago de
Chile, 1953, p 210) haya usado otra palabra árabe “trujamán”,
que quiere decir “ intérprete; el que aconseja
o media en el modo de ejecutar una cosa” para designar
al “secretario” de Namuncurá cuando Alejandro,
el personaje principal de la novela, fue atado de pies y manos
y tirado en una “ruca inmunda” hasta que llegara
la “sentencia” del cacique.
Arce escribió su novela muchos años después
que se escribiera el relato de la cautiva pero el episodio
de la novela tiene lugar en tierras salineras y durante el
cacicato de Namuncurá . Por lo tanto, tenemos dos autores-
¿o tres?- que refiriéndose casi al mismo período
histórico y al mismo pueblo usan palabras árabes
incorporadas al castellano, para designar algunos integrantes
de esa “burocracia bárbara”.
Indio negro, muy corpulento y de aspecto imponente, generoso,
seguro, respetado, adjetivos que acompañan las descripciones
de Calfucurá en todas las fuentes...aunque también
se agregan otros adjetivos.
Otro cautivo, Augusto Guinnard, en Tres años de esclavitud
entre los patagones, (edición de 1941, pp 106-107)
publicado por primera vez en Francia en 1862 en Le Tour de
Monde, (1º semestre de 1862, cuadro en p. 264), fue cautivo
finalmente refugiado en los toldos de Calfucurá a quien
describe así : “ Nada al llegar me hizo adivinar
cuál entre los indios que tenía por delante
podría ser el gran cacique, porque ninguna seña
lo distinguía de sus súbditos”.
|
“Sólo cuando dirigió
la palabra a los otros para darles órdenes reconocí
al jefe por el sonido de su aire imperioso......su cabellera
negra todavía hacía marco a una vasta
f rente sin arrugas, que los ojos vivos y escrutadores
hacían muy inteligente.
El conjunto de la fisonomía de este jefe, aunque
con cierta dignidad, recordaba perfectamente, sin embargo,
al tipo de los patagones occidentales, a quienes remontaban
su origen. Como ellos, era de alta estatura, tenía
los hombros muy anchos, el pecho arqueado; la espalda
estaba un poco agobiada; el paso pesado, casi dificultoso,
pero gozaba todavía de todas sus facultades;
con la excepción de dos dientes perdidos en un
combate en que le habían partido el labio superior,
este viejo los poseía casi intactos todavía......este
hombre, en realidad más humano que sus semejantes,
me trató casi con dulzura y me prometió
su apoyo....” |
Comparando la composición del cuadro con las palabras
del cautivo “...Nada al llegar me hizo adivinar....”
podemos apreciar el poderde la necesidad de impresionar al
lector a costa de inventar una realidad impactante...aunque
falsa.
Uno de aquellos observadores o contemporáneos de Calfucurá,
fue él mismo. En realidad Calfucurá fue el mejor
constructor de su imagen, imagen tal vez solamente para los
otros, pero es la única a la que podemos acceder.
Veamos ésto. En abril de 1861 Calfucurá escribió
a Urquiza: “ Cuando era joven, era diablo; ahora soy
hombre de edad con experiencia: no hablo mal de ningún
cacique, ni de ningún infeliz...” (AGN; Archivo
Urquiza t. 225, p.110)
Ramón R. Capdevilla, en su libro Pedro
Rosas y Belgrano, el hijo del general. (Tapalqué,
Edición Patria, 1973, p. 89) transcribe una carta de
su biografiado del 30/4/1849 que detalla la que un Juez de
Paz le enviara a él con el fin de que su contenido
llegase al General Rosas. En esta carta el juez le comunica
a Rosas y Belgrano el relato de un informante indio que había
ido a buscar sal a Salinas Grandes y se había encontrado
con un pariente, el capitanejo Caxaman, quien le comentó
que “él no estaba conforme con el Corazón
Dañado del Cacique Callfucurá, pero que él
era un infeliz y que no tenía sino que seguir sus malos
pasos”. Esto venía al caso de la intención
de Calfucurá de unirse a Coliqueo para hacer una invasión
“... porque no está conforme con la marcha del
gobierno que está formando cantones en sus campos y
estancias, y que donde ellos tenían para hacer sus
correrías [ caza] se le va quitando por los cristianos.
Que [ Calfucurá dice que] conoce que ha nacido para
morir y que con la gran fuerza con que cuenta, el Gobierno
no ha de poder por su guerra hacerle nada en mucho tiempo.....”
(¿El comienzo del plan de Urquiza de invadir Uruguay?)
¿Aprovechaba Calfucurá la debilidad del gobierno
para “devolverle mal por bien” a Rosas? No lo
creo, el cacique estaba enojado, y tenía sus razones
ya que era verdad que Rosas iba armando cantones en la frontera,
en tierras que el cacique aseguraba que pertenecían
a su territorio. Por eso el juez agrega en la misma carta
“[ que el informante le transmitió que] dice
también el Cacique Callfucurá que la ración
y regalos que se le hacen todos los meses no tiene que agradecerlos,
pues es pago de arrendamientos por sus tierras ocupadas.”
Observe el lector que Calfucurá revirtió así
el sentido de “ los regalos”.
En mi trabajo : “La vida social de las biografías:
Juan Calfucurá `lider total´ de una sociedad
sin estado” ( en El método biográfico.
La reconstrucción de la sociedad
a partir del testimonio de los actores. Ruth Sautu,
comp., Editorial de Belgrano, Universidad de Belgrano, 1999,
p. 200) concluyo lo siguiente : “ Así, mientras
en Buenos Aires se discutía y se seguiría discutiendo
si era honorable `comprar´ la paz del indio con vacas
y otros regalos, el cacique da vuelta el significado de ese
envío y lo convierte en un pago por el arrendamiento
de tierra indígena”. ¡¡Por fin alguien
le da el verdadero significado que habría tenido que
tener esta parte del “Negocio Pacífico con el
Indígena”!!!
En una carta de 1861 dirigida a Urquiza, el cacique dice:
“ Bartolomé Mitre y Buenos Aires quieren agarrarme
y Rivas y Machado dicen que cuando me agarren, Calfucurá
verá a dónde irá a parar. Pueden venir
a ver si me agarran. Nunca me han de agarrar; nunca... A mi
también querían embromar como chiquito: ellos
creen que yo soy un zonzo: pero soy más fino que ellos:
que no me agarrarán así no más....el
coronel Rivas, bajo sus tratados de paz, me quiere engañar
para poder agarrarme o correrme; pero es más fácil
que yo lo engañe y lo corra” (Meinrado Hux, Caciques
Huilliches y Salineros, Marymar, 1991, p. 73).
En enero de 1973 le escribía al presidente Sarmiento:
“..nada sacamos matándonos unos a otros...Es
mejor que vivamos como hermanos en una misma tierra. Pido
a Usía que lo piense lo mismo, que Usía nada
saca si nos hacen la guerra....Exc[entisi] m[o] Señor,
si tocante a la población de la que dicen que es por
sus órdenes: en eso pido que se resuelvan. Nosotros
que somos los dueños de esta América,
no es justo que nos dejen sin campo..” (ibidem:100,
cursivas nuestras).
Pero volvamos a los años del despliegue del poder y
la sensatez de Calfucurá. En octubre de 1859 los salineros
están resueltos a malonear el pueblo fronterizo de
Mulitas, hoy 25 de Mayo. Al ser alertado sobre la inmediatez
de las fuerzas indígenas, el pueblo alteró su
tranquilidad la que se convirtió en desesperación.
El Padre Francisco Bibolini, italiano “impulsivo de
espíritu arrebatado y desbordante”resolvió
salir al encuentro de los amenazantes y dialogar con el jefe
indio.
No sabemos qué hablaron pero sí es cierto quelas
fuerzas indígenas entraron al pueblo en paz, fueron
regalados con extensa largueza,pernoctaron en el pueblo y
salieron tan en paz como habían entrado.De ese encuentro,
nos ha quedado la litografía que presento en esta fotocopia
de la lámina XV del libro Loncahué de John Magüire
.
Un artículo titulado“Un homenaje al cura Bibolini”aparecido
en un periódico “Argentino” de La Plata,
en 23 de noviembre de 1930, presenta el cuadro con el siguiente
epígrafe : “Esta lámina es reproducción
de un cuadro existente en el Club Social de 25 de Mayo,
obra de Verneiz Riverieux, representando la escena del pacto
del cura Bibolini con el emperador de las pampas, el cacique
Calloncurá [sic], que dio pié a la fama del
primero” ( atención personal del Lic. Miguel
José Ruffo, Jefe del Departamento de Investigación
del Museo de Historia Nacional).
El respetable artículo de Horacio Guido en Todo es
Historia, Nº 5, 1967, 56-61, “Calvucurá
y el cura” dice que Bibolini salió al encuentro
de Calfucurá “montado en un tordillo bichoco,
sin apuro y sin miedo”. El autor del artículo
no da la fuente de su referencia pero es indudable que el
autor del cuadro no pensó lo mismo. No sólo
montó al sacerdote en un regio caballo sino también
vistió a Calfucurá con un uniforme que nunca
usó. Y es más, el caballo del sacerdote es
blanco y el del jefe indio es negro, el sacerdote sin ninguna
defensa más que su fe y el cacique armado con instrumentos
mundanos ¿Quiso el dibujante representar el encuentro
de “ El Bien y el Mal” según el imaginario
cristiano?
No puedo dejar de citar un párrafo de Guido en el
que graciosamente comenta : “Sólo con imaginación
se podría suplir el contenido del parlamente realizado
por personajes tan dispares y estrafalarios. Es de suponer
que ambos parlanchines ilustres habrán mezclado sin
recato y hasta con crueldad el araucano con el español
acocolichado y a Dios, con las vacas, la pampa, el infierno
y la ginebra...”
En 1773 murió Calfucurá. Aun en su agonía
cumplió con su palabra - aunque se puede pensar que
sólo haya sido para salvar a su gente de un conflicto
con los blancos- porque, agonizante llamó al capitán
Solano, quien estaba en sus tolderías para llevarse
algunas cautivas rescatadas, y le dijo que huyera con las
cautivas inmediatamente, antes de que muriera para que no
las maten...y dio sus órdenes al respecto. La orden
fue muy oportuna porque apenas su gente confirmó
la muerte del cacique, salieron guerreros a parar la salida
de Soriano y las ex –cautivas a las que no pudieron
alcanzar.
En sus funerales, ninguna de sus 32 esposas fue sacrificada,
sólo cautivas y los mejores caballos ofrecidos por
los caciques y jefes subalternos como suprema manifestación
de duelo. ¿Por qué no se sacrificaron las
esposas como corresponde a lo que en Antropología
llamamos el sutee , una manifestación cultural tan
importante? No lo sabemos....tal vez el mismo Calfucurá
intervino también es este cambio el que ya había
anticipado al pedirle a Soriano que salga rápido
con las cautivas rescatadas; tal vez el sutee ya habría
cambiado en su contenido básico comparado con el
de Painé en 1844.
Pero....¿Murió Calfucurá?
Al comienzo del artículo sostuve que iba a citar
a personas que hayan conocido a Calfucurá o hayan
coexistido cercanamente en su tiempo. Ahora citaré
a indígenas de 1940 ¿Estoy saliéndome
de lo prometido? No, me sostengo en lo que anuncié
porque los indígenas de 1940 lo conocen personalmente
¿Personalmente? Sí, y es más. Tienen
una concepción histórica de él no como
leída en documentos o hablada en leyendas sino como
presencia real y de ahora. Ahora, todavía, Calfucurá
está presente ¿Cómo? Veamos.
Mapuches argentinos, en esos años, le decían
a Berta Koessler-Ilg folklorista alemana a quien los indígenas
llamaban “la araucana blanca”, residente en
San Martín de Los Andes, lo siguiente:
“ Cuando murió Calfucurá en 1873 sus
amigos juntos, llenos de temor, abrieron su cuerpo. Hallaron
dos corazones que seguían latiendo alegremente, que
no podían morir y que seguramente laten debajo de
la tierra, llenos de vida y fuerzas eternas y que, tal vez
por eso, la tierra tiembla a veces...los corazones siguen
latiendo bajo la tierra para volver en ayuda de los araucanos,
a conducirnos a la victoria final” ( Tradiciones araucanas,
Instituto de Filología, Facultad de Humanidades,
UNLP, 1962, p 239)
Como digo en mi trabajo citado(1999): “Algunas biografías
no tienen final...y eso es como un silencio que lo dice
casi todo”.
Palabras Finales
Creo haber cumplido, en alguna forma algo particular, con
presentar a los lectores “Los rostros de los últimos
jefes salineros”. Vimos que con el afán de
ilustrar páginas de periódicos y libros, se
cometen algunas faltas que, a la postre, no sólo
“desenseñan” lo que pretenden enseñar
sino también ensombrecen la confianza que ponemos
en aquellos medios de comunicación. Pero también
podemos contemplar algunas buenas obras de arte, repasar
alguna bibliografía confiable...hasta lo que yo sé,
y leer algunas cartas muy significativas del poder, la determinación
y las esperanzas de aquellos dos grandes caciques cordilleranos
instalados en las pampas argentinas.
Agradecimientos
A mi amiga, la profesora M.E.Ginóbili por su libro
y los datos de Crespi Vals; al Lic.Ruffo por su comunicación
personal; a la fotógrafa Graciela García Romero
por su trabajo profesional lo mismo que a la Profesora de
Arte Ana María Oliveiro quien me señaló
posibles lugares donde husmear la obra de Martorell en mis
primeras etapas de la búsqueda y a la Lic. Inés
Rodríguez, empleada del Museo Roca con quien confirmé
mis recuerdos sobre la identidad atribuida en el pasado
al cuadro de Martorell. Al Lic. R.Pando de la misma institución
quien me describió por teléfono la reproducción
de aquel cuadro que tiene sobre su escritorio. A todos ellos,
muchas gracias por aguantar a una investigadora tan ...
¿persistente?
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