vol.3 nº 1// primavera 2005

imágenes de la frontera__________________________________________________________________
IMAGENES DE LOS COLIQUEO
LAS TRIBULACIONES DE LA FOTOGRAFÍA HISTÓRICA Y LAS MISERIAS DE LA CIVILIZACIÓN //
Prof. Norma Sosa

ROSTRO MANSO, INDIO AMIGO
En su libro “ Coliqueo, el indio amigo de Los Toldos”, el Padre Meinrado Hux incluyó un retrato del cacique Ignacio que representa un enigma no resuelto dentro de la historia de la fotografía. Se trata de una “fotografía a lápiz” - técnica equivalente a la fotocarbonilla - que se realizaba sombreando sobre fotografías muy tenues hasta darle la apariencia de un dibujo. Esa imagen lleva como identificación la leyenda “ Casa Manbach, Buenos Aires” , pero sin firma ni fecha.
El cacique Ignacio Coliqueo. Foto a lápiz casa Manbach. Buenos Aires. Sin fecha. Autor no identificado
La apariencia del cacique está muy lejos de ser la de un temible guerrero,por el contrario es la imagen de un hombre sereno y cordial , exactamente la de un hombre uniformado, un indio, pero un indio amigo...

Retrato de familia
Más conocida por su amplia reproducción y también incluida en el libro de Hux, es la fotografía tomada frente a la casa del cacique Ignacio, donde se reconoce una completa reunión de familia. Aquel día todos posaron frente al fotógrafo con sus mejores ropas. Los diferentes estilos en el vestido y las modas, muestran a las claras el estado de transición entre el pasado y aquella nueva realidad. Entre ellos se ve a Lorenza, la hija del cacique y mujer del coronel Baigorria sosteniendo a un niño en brazos. El retrato tiene una confusa historia relacionada con el origen y el autor.
La gran dificultad para determinar la autoría de una fotografía histórica tuvo su origen en el pasado, cuando se omitió y se descuidó el registro de datos de procedencia por parte de los museos como de los archivos. En el Archivo General de la Nación, por ejemplo, las fotografías no están catalogadas por autores, hecho que ha producido grandes equívocos.

Con la cámara en Los Toldos
Hasta los recientes trabajos de rescate, todas las imágenes que llevaban el sello "25 de Mayo 25” se adjudicaron al fotógrafo italiano Benito Panunzi. Entre ellas, un famoso retrato del tehuelche Casimiro que se remató en Nueva York por 5.000 dólares, cuando en realidad se trataba de una obra de Esteban Gonnet.
Firma de Esteban Gonnet "Famiglia del cachique Coliqueo (indios mansos)"
Albúmina sobre cartón ca. 1865. Autor no identificado.

Este agrimensor y fotógrafo francés que tenía su estudio en la calle 25 de Mayo 25, publicó en la década de 1860 sus álbumes fotográficos con numerosas escenas de la campaña tomadas durante sus trabajos de mensuras en estancias de la provincia de Buenos Aires.
El nombre de la casa “Manbach” no figura entre aquellos estudios identificados hasta el momento, como tampoco aparece como apellido de algún fotógrafo conocido. Existieron muchos de ellos que hacían estadías fugaces en las ciudades buscando las mejores oportunidades y se instalaban finalmente donde lograban atraer una buena clientela . Esta falta de precisión parece repetirse con la imagen más conocida del grupo de la comunidad de Los Toldos de la que el retrato a lápiz del cacique podría ser un detalle. Tradicionalmente se había atribuido a Panunzi esa albúmina de 1865 en la que el cacique posaba con su familia. Esta, junto a dos fotografías sin firma, apareció con la identificación “ Famiglia del cachique Coliqueo (indios mansos)” en un álbum titulado Vedute di Buenos Aires según las investigaciones de Príamo y Alexander. En la calle Cuyo 55 de Buenos Aires Panunzi tuvo su estudio, Fotografía Artística, pero recién hay constancia de su establecimiento allí desde 1868. Como arquitecto, artista plástico y maestro de dibujo, Panunzi revelaba su formación también en los detalles; cada una de sus fotografías salía a la venta presentada sobre cartón finamente recuadrado, con firma a la derecha y muy bien tituladas. La “Vedute...” es una publicación rústica tanto en la calidad fotográfica como en la presentación. La mala calidad de los cartones, los torpes subtitulados que no coinciden con su caligrafía y la ausencia de viñetas, confirmarían la no intervención de Panunzi. Aunque las otras imágenes que integraban el álbum pudieron identificarse como obras de Panunzi en otros portfolios, de las tres mencionadas no hay datos.

Hacia 1870 Panunzi había abandonado la fotografía y es muy probable que haya vendido su negocio antes de esa fecha.
Firma de Benito Panunzi
El comprador bien pudo haber utilizado los negativos para vender copias sin firma de autor. Identificar al fotógrafo de Casa Manbach, nos pondría en camino para hallar el verdadero autor de la foto de la Familia Coliqueo.

Ficha bibliográfica: Abel Alexander y Luis Príamo Dos pioneros del documentalismo fotográfico en : Buchbinder, Pablo, Alexander, Abel y Príamo, Luis “ Buenos Aires, ciudad y campaña 1860-1870. Fotografías de Esteban Gonnet, Benito Panunzi y otros Ediciones Fundación Antorchas. Buenos Aires. 2000

Las últimas imágenes de la tribu
El tiempo cambió la intención con que se proyectó la imagen de la tribu. Con los años, aquel “indio amigo” que posaba con su familia en un ámbito doméstico y “civilizado” fue cosa del pasado.

Una toldería urbana
En la sesión del 15 de julio de 1936 un legislador de la Provincia de Buenos Aires expresó ante la Cámara de Diputados :
“ Visitar las tierras de Coliqueo es entrar en un mundo distinto por el panorama que ofrece toda la campiña de esa zona; ranchos destartalados, sin árboles y cuanto más un matungo viejo atado al rayo del sol ....” (Informe, 1940)
Pero no siempre la realidad había sido tan oscura. Hubo un tiempo en que esos campos fueron el símbolo de una experiencia prometedora. Desde 1861 la tribu de Ignacio Coliqueo había comenzado a prestar servicios en la frontera Oeste de Buenos Aires.
La Comisión toma contacto con la población
 
Fue en 1863 cuando Coliqueo escribió al Presidente Mitre solicitando dos leguas cuadradas -unas 5000 hectáreas- en un paraje que su hijo Justo había descu-bierto mientras boleaba avestruces.
En ese lugar, conocido como la Tapera de Díaz , tenía hacienda, cultivos y ya había realizado algunas construcciones. El General Mitre hizo construir para el cacique un buen rancho y un galpón para almacenamiento, hizo que se le entregaran útiles de labranza y armas para prestar servicio, y además sus lanceros comenzaron a recibir raciones.
Plano del Campo
En 1866 y 1868 la Legislatura de la Provincia concedió unas seis leguas cuadradas en el actual partido de General Viamonte, estación Los Toldos del Ferrocarril Oeste, al cacique Ignacio Coliqueo y su tribu, compuesta en ese momento por casi dos mil personas. Las tierras le fueron cedidas en propiedad comunal con la especificación que no podían enajenarlas ni gravarlas hasta que transcurriesen diez años de promulgada la ley de cesión. A la vez, los hombres quedaban comprometidos a prestar servicio en la defensa de la frontera en la primera línea de fortines sobre el río Salado.
Por este acuerdo Coliqueo pasó a ser el cacique mejor posicionado en las relaciones con los círculos de poder civiles y militares. Tal vez pensando en todas esas conquistas el cacique ranquel Ramón preguntó a Mansilla en Carrilobo “
¿ Usted cree que no me gustaría vivir como Coliqueo?

Alambrados, marcas y señales
Al morir el cacique Ignacio en 1871, su hijo Justo se hizo cargo de la conducción pero mantuvo una relación ambivalente con las autoridades fronterizas.
En 1876 con su muerte prematura el cacicato quedó en manos de su hermano Simón , a quien apodaban “El huinca” por su claro espíritu de asimilación.
Hasta su muerte en 1902 no hubo grandes dificultades, pero su sucesor fue designado por treinta y nueve descen-dientes directos de Coliqueo quienes ante escribano público propusieron a Antonino Coliqueo como “Director y Apoderado de la Tribu”.
Justo Coliqueo
Simón Coliqueo A medida que se iban perdiendo las estructuras de relación tradicionales, comenzaron los cuestionamientos al codominio de la tierra, una figura que generó con el correr del tiempo un complejo problema con derivaciones imprevistas. Los primeros conflictos en el grupo originario produjeron la separación del cacique Raninqueo y años más tarde Painequeo realizó pedidos a la justicia en el mismo sentido.
Agregados a la comunidad, unos cuantos renegados y algunos miembros de otras tribus que se habían instalado entre ellos por relaciones de parentesco o por opción, introdujeron nuevos reclamos.
Las muertes de los titulares originarios, unidas a acuerdos informales de los arrendamientos negociados a veces por caña y por vicios, produjo una significativa subdivisión del campo .
> Los desalojos y sus víctimas . Viviendas improvisadas en los caminos

Los gobiernos que desde principios de siglo se fueron sucediendo en la administración del estado provincial recibieron con insistencia reclamos sobre este “problema de las tierras de Coliqueo”, como solía aludirse por parte de representaciones aborígenes, particulares damnificados y peticionantes individuales. Cesiones de los derechos sobre las tierras a favor de terceros, pretensiones de pertenencia a la tribu originaria por la multiplicación de familias con vínculos de hecho, actos de toma de posesión no controlados, sucesiones no registradas, adjudicaciones violatorias y desalojos arbitrarios, fueron algunos de los efectos negativos generados por las leyes previstas originariamente para restituir tierras.

Viaje al pasado
En 1940 la provincia de Buenos Aires con la gobernación Fresco, llevó adelante una investigación sobre la cesión de campos en Los Toldos.
En primer término, debió determinar quiénes eran los componentes de tribu al momento de la cesión especificando la jerarquía social de cada uno de los miembros, para pasar después a recibir las reclamaciones que se formularan.
La Comisión frente a una vivienda

La Comisión investigadora entendió en los antecedentes de posesión verificando actas y renuncias de títulos, mediante declaraciones juradas de los habitantes del campo, actas de tomas de posesión y designación de los tenedores precarios .
Se efectuó un censo y un levantamiento “aerofotogramétrico” para obtener planos actualizados del campo con la colaboración de la Aviación Naval .

Estas acciones se unieron a la declaración de propósitos:
“Con derechos o sin derechos, las personas indias o de ascendencia india, por mejor decir, que se encuentran dentro del campo de las 16.400 hectáreas no pueden ser abandonadas en una situación de inestabilidad jurídica y de orfandad social” (Informe 1940:283)
Si bien desde comienzos de siglo los actos de gobierno iban quitando el control de las tierras a la comunidad, ya que desde 1907 el Poder Ejecutivo de la Provincia tomó posesión, nombró depositarios y ordenó diligencias (que no se han interrumpido hasta la fecha) fue en 1936 cuando se hizo una entrega ilegal de títulos, situación que pretendió corregirse en 1938 con métodos dudosos, aún cuando se tratase de una Comisión Investigadora oficial.

En busca del origen
La investigación histórica incluyó cuadros genealógicos , libros parroquiales, listas de racionamiento y de revista del Archivo del Ministerio de Guerra y de documentos de los Archivos Histórico de la Provincia de Buenos Aires y General de la Nación.
Aún con la vastísima documentación y el informe del Dr. Ricardo Levene, director del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, se llegó a una primera conclusión que hoy consideramos alejada de la realidad:
“ De todos modos puede establecerse, que la tribu de Coliqueo perteneció a la gran familia de los ranqueles, y originariamente a la que tenía por jefe al cacique Rondeau”
Es sabido que hacia 1833 algunos boroganos cruzaron la cordillera , entre ellos el araucano Ignacio Coliqueo, quien se asentó en la zona bonaerense junto al cacique Rondeau . Después de la gran matanza llevada a cabo por Calfucurá en Masallé, el sebreviviente Coliqueo se mantuvo entre los ranqueles, hasta que con el coronel Baigorria decidieron trasladarse a Buenos Aires para apoyar a Mitre cuando se preparaba la batalla de Pavón.

¡A 200 kilómetros de Buenos Aires!
Cuando en 1869 se procedió a realizar la mensura de los campos cedidos, el informe elaborado por el agrimensor Octavio Pico dejó sentado que aquella comunidad formaba una población importante, numerosa y extendida. Se señalaba que el campo estaba siendo bien utilizado para agricultura y ganade-ría, que los ranchos parecían estar construidos de manera sólida, que había con abundante plantación de árboles y buenos potreros, y que la población mostraba “espíritu de trabajo, de comercio y de sociabilidad"
Campos ubérrimos y habitación miserables
Pero en 1940 las cosas habían cambiado. ¿ El Informe de la Comisión Investigadora estaba reflejando otra realidad o se trataba de una mirada diferente sobre la misma realidad?: “El espectáculo es degradante. Exterioriza no solamente la miseria inusitada, sino la ausencia de los sentimientos elementales y primarios de la especie humana. Todo se favorece en ambientes como éstos: el vicio, la prostitución prematura, el incesto, la enfermedad y el delito.”
Elocuente testimonio de la desidia

Para llegar a estas conclusiones se habían filmado 260 metros de película cinematográfica y se había realizado un amplio registro fotográfico. Ese material fotográfico incorporado al informe de la Comisión, sin mención de autor, sirvió para mostrar los restos materiales de una comunidad que había sido modelo en su tiempo pero que - como mostraba los documentos - se hallaba al borde de la disolución.

Una Familia en tres metros cuadrados

El informe señala que en los caminos intransitables y laberínticos, no había árboles plantados, no existían quintas, huertas ni jardines. Los pobladores vivían en ranchos de adobe sin blanquear, con pisos de tierra y techos derrumbados sin reparar cuadro que facilitaba, a juicio de la comisión, la promiscuidad y el delito.
Se indicaba de manera probatoria que según la información de la Policía, (no incorporada al Informe) el 41% de los delitos cometidos en el Partido correspondían al campo de la tribu y que los autores eran siempre miembros de la tribu.

Escudos y ranchos
Bajo el subtítulo “ La enseñanza se imparte en ambientes inadecuados e impropios” las imágenes de las escuelas, sin embargo, no resultan tan precarias como todas las demás construcciones que se exhiben.
La insistencia en señalar que, aún cuando existieran escuelas, el nivel de analfabetismo era muy elevado porque nadie se preocupaba por aprender, es la trampa conceptual para no decir que raramente los maestros designados tenían idea de cómo comunicar y facilitar aprendizajes.
Escuelas de la Tribu.
“ Y en medio de ese cuadro sombrío, lamentable, triste, Coliqueo y yo vimos a una maestra que llegaba una hora tarde, luciendo sobre su frente un rulo en forma de signo de interrogación y en los labios el rojo postizo que se esforzaba en ser un corazón. " - escribió Félix Cichero, al Director General de Escuelas en un informe destinado a organizar un plan educacional para las colonias aborígenes conocido y editado en 1940 en La Plata como "La muerte del indio".
Así observó que de marzo a mayo las escuelas estas despobladas porque los niños acompañaban a sus padres a la cosecha de maíz, también el mal tiempo era motivo de ausentismo y de suspensión de clases porque los caminos eran intransitables y no podía entrar el automóvil de la maestra.
Interior de la Escuela
La solicitud de instalar la primera escuela había sido una gestión del cacique Ignacio. Para concretarla habían viajó hasta el campo el Secretario del Consejo de Instrucción Pública don Pastor Obligado acompañado por el coronel Alvaro Barros. Obligado quedó impresionado por las buenas habitaciones, la manera de vestirse Coliqueo de uniforme y los hombres de paisano y la actuación de Antonino, hijo del cacique educado en Buenos Aires. En aquella reunión la comunidad ya había aceptado la creación de una escuela pero pidió que los libros de texto fuesen en su lengua.

El trabajo invisible
No es casual que el Informe no señale actividades económicas concretas. El epígrafe repetido hasta el cansancio "Campos ubérrimos y habitación miserable a 200 kilómetros de Buenos Aires " no tiene correlato en las imágenes de esos campos, ni se aportaron estudios sobre la capacidad productiva de los suelos.
Una industria típica. Carnicería de carne de potro
La notoria fragmentación de la propiedad, condujo a los habitantes a una profunda pauperización.
A Cichero le había llamado la atención la ausencia de comerciantes nativos. Pero a lo largo de las 949 páginas del Informe de la Comisión se tiene la sensación clara de que allí nadie hacía otra cosa que comer asados de carne de potro, vegetar, delinquir y morir. Precisamente se menciona como la única actividad comercial la venta de carne de potro, con el juicio condenatorio: “El espectáculo es deprimente y repugnante”
Se consigna que en esta actividad eran empleados niños de entre 9 y 16 años que por su trabajo recibían los desperdicios. Este era uno de los motivo por el que no asistían a la escuela. Señalan como una situación que favorece la enfermedad la ausencia de pan, que no formaba parte de la dieta y que se consideraba un auténtico lujo para todo poblador originario, incluido el gaucho. Esta falta de consumo de cereales, leche y verduras frescas es la causa de desnutrición e “insuficiencia física”.
Los habitantes del campo de la Tribu concurren a la Comisión Investigadora
Las fotografían sin embargo, muestran frente a un grupo de niños de muy buen semblante el subtítulo estigmatizante: “El problema con los menores. preocupación esencial de la Comisión Investigadora”. Según las cifras de la Comisión más del 57 % de las muertes ocurridas en el campo correspondían a menores de 10 años (Datos 1936-8)

Los rostros de un pueblo
La primera fotografía que se incluye, muestra a los habitantes del campo, encabezados por la maestra y algunas ancianas, concentradosen una convocatoria de reunión de la Comisión Investigadora.
El informe ha centrado su atención en exhibir las condiciones edilicias de los ranchos destruidos, pero no se muestran demasiadas imágenes de los pobladores.
Se publican retratos de tres mujeres con la anotación:“ Tipos aborígenes auténticos y característicos” sin embargo, es evidente que esos rostros no se corresponden con el estereotipo de "lo aborigen" y no conforman una tipología específica.
Sólo una de ellas tiene identificación; se trata del María Pilar Coliqueo, hija del cacique Ignacio y la cautiva Isabel Varela, (conocida también como Parrá) su quinta mujer.
El gobierno de la provincia de Buenos Aires entregó la propiedad individual de las tierras hecho que determinó un rápido proceso de venta y enajenación. Hoy los descendientes ocupan sólo una cuarta parte de 16. 400 hectáreas recibidas en 1866.
El problema de los menores
Mujeres de la tribu
María Pilar Coliqueo
 
Fuente: “La tribu y las tierras de Coliqueo” Informe de la Comisión Especial designada por el Poder Ejecutivo” Provincia de Buenos Aires. Taller de Impresiones Oficiales. La Plata. 1940
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